El matrimonio de Rodolfo y Rachel en La Florida, Santiago
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R&R
16 Abr, 2016La crónica de nuestro matrimonio
Dos meses era tan poco tiempo. Todas las novias preparan el día más inolvidable de sus vidas durante un año y más, una vida soñándolo, meses esperando la propuesta y luego meses y meses de preparación y yo solo tenía 60 días.
Todo fue un torbellino, desde la decisión de casarnos después de 9 años de relación y 4 años y un hijo desde la primera propuesta, luego la petición de una ceremonia religiosa, que jamás imaginé que tendría, certificados que no teníamos, fechas que no coincidían, búsqueda de proveedores. Para volverse locos.
El plan era perfecto, auto descapotable, burbujas a la salida de la iglesia, sesión fotográfica en el parque, recepción en un jardín enorme, camino de rosas para la entrada triunfal a la recepción. Como buena novia había planeado un evento lleno de hermosos recuerdos.
Los 60 días siguientes a la solicitud de la hora en la iglesia estuvieron llenos de trabajo, invitaciones hechas a mano, copas decoradas a mano, frasquitos de burbujas decorados a mano, más el trabajo, más 3 niños que necesitan de atención, compra de útiles escolares y todo el resto de obligaciones diarias
Seguir leyendo »Nuestro gran día sería el 16 de abril y un par de días antes del que sería el día más importante de nuestras vidas nos anuncian que se viene un frente de mal tiempo que abarcaría desde el martes al domingo de esa misma semana. ¡Horror!
Cruzamos los dedos, hicimos Pilatos, mandas, pero las nubes no se desviaron, solo tardaron en llegar, cuando el viernes comenzó a llover, mi sueño perfecto comenzaba a desvanecerse, ya habíamos hecho una segunda prueba de peinado y maquillaje ese mismo viernes, corrimos a comprar lo que faltaba, cortes de cabello, lavandería, depilación, la torta y pendientes de último minuto, no había tiempo para sufrir. El sábado a primera hora de la mañana nos avisan que se cortaría el agua por 24 horas. Horror al cuadrado. Nuestra maravillosa fiesta se iba llenando de nubes, pero salió el sol, era un milagro, podríamos hacer el brindis en el jardín maravilloso y tal vez hasta el cóctel. Como el tiempo era oro, dejamos todas las decisiones en mano de Luchita (Espacioabierto) y nos dedicamos a nosotros. Nuestras niñas, mamás y hermanas comenzaron con los preparativos, nos separamos con Rodolfo, él fue a su punto de preparación y yo al mío, para variar retrasada, llegó mi gran amigo Rene a peinarme y maquillarme, llegó Dany, la fotógrafa. Ya llovía, mi hija, hermano y cuñada ya estaban listos así que partieron a la iglesia, ¡ohh no! eran diez minutos para la ceremonia y yo no estaba vestida, el tiempo voló, el agua caía estrepitosamente como si fuera el preámbulo de un desastre. Llegó el auto que ya no era descapotable, y yo pensaba ¡vamos que se puede!, esto es solo agua, pensaba, y sintiéndome como una reina con el vestido de princesa con cola arremangado hasta el muslo y bajo un paraguas salí rumbo a la iglesia, desde ahí en adelante no importó nada. Desde ahí en adelante solo fui feliz, no importaba la lluvia que caía a cantaros, solo importaba el amor que se respiraba, la felicidad de los invitados, la cara de Rodolfo al verme entrar a la iglesia, la paz que había dentro y un cariño tan inmenso que brotaba de quienes nos acompañaban que era capaz de erizar la piel de cualquiera, un sacerdote emocionado hasta las lágrimas con nuestro amor y nuestra familia feliz, por fin éramos una familia ante Dios, nada más importaba.
Hicimos la sesión fotográfica en la única fuente de soda abierta en toda la florida (por el corte de agua) y fue perfecto, al momento de llegar y como un regalo del cielo comenzó a sonar la misma canción con la que entraríamos al centro de eventos, no podía ser mejor.
Al llegar al centro de eventos (con las calles ya convertidas en ríos) nos esperaban en el salón nuestros invitados que habían preparado un pasillo para recibirnos. Las burbujas (que no pudieron ser en la iglesia) y los pétalos (que no pudieron ser una alfombra en el jardín) fueron lanzados por los invitados mientras avanzábamos, ¡fue maravilloso!, para mí fue el momento más hermoso, ya no importaba el corte agua (que por fortuna no afectó al local), no importó el temporal, los truenos, los relámpagos, que se cortara la luz por largo rato antes de que llegáramos, que la liga se olvidara en casa, así como los adornos para el peinado, no importó que el vestido se rompiera de tanto bailar, solo importaba celebrar, por fin estábamos casados ante Dios, éramos una familia y eso era lo único que importaba.
El amor es capaz de transformar un pronóstico de desastre en el recuerdo más maravilloso de la vida.
Esta nueva aventura confirmó que a los Landa Madriaza nunca les resultan las cosas como las planeamos, pero siempre, siempre, siempre salimos adelante.
Gracias por compartir junto a nosotros esta maravillosa aventura.
Rachel y Rodolfo
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