El matrimonio de Luis y Gabriela en Casablanca, Valparaíso

Subí al carruaje con mi papá, conversamos durante el trayecto a la iglesia, nos pasaron los atrasados, y al llegar a la iglesia, fue recién cuando sentí un cosquilleo en el estómago. Bajé, le tomé el brazo a mi padre, y mientras sonaba la canción que había escogido para mi entrada, mire a todos los invitados mientras avanzaba por el pasillo, y por supuesto, al novio hecho un atado de nervios, pero con una sonrisa que jamás olvidaré.

La ceremonia estuvo hermosa, se me hizo cortísima, nos declararon marido y mujer, y salimos de la iglesia con pétalos de flores y arroz por los aires, para luego subir al carruaje y dirigirnos a nuestra sesión de fotos. Tuvimos un pequeño cocktel privado con mi marido, y luego nos sacaron hermosas fotos.

La entrada a La Cava de la estancia fue muy emotiva, donde todos los invitados se encontraban en el cocktel y aplaudían a los recién casados. Abrazos iban y venían de todos, compartimos y luego pasamos a la hermosa terraza encarpada de la estancia, donde dijimos unas palabras de agradecimiento y comenzó la cena. Más allá de la entrada, no comí nada (seguía inapetente), pero me dediqué nuevamente a mirar y grabar en mi memoria la cara de felicidad de todos mis invitados.

Luego bailamos el vals con "Married Life", tema de la película Up, novios y papás, para dar paso a la gran fiesta, baile, risas, pasos de coreografía, pasos inventados, bailarines de tomo y lomo, bailarines que le hacían empeño, los que no bailaron y se pegaron a la barra.

Entremedio de la fiesta lancé el ramo, el novio lanzó la caja de whiskey con la liga, cortamos la torta (el novio me cortó el dedo), salió el cotillón, bailaron limbo-led, todos se sacaron fotos en La Cabina, y, en definitiva, pasamos una noche increíble que jamás olvidaremos.

Agradecimientos a todos por la preocupación, por la organización, por sacarnos un peso de encima para que no nos sintiéramos agobiados con tanto detalle, y por hacer una noche realmente mágica.