El matrimonio de José Miguel y Camila en Talagante, Talagante

Ese día amaneció muy nublado y con anuncios de lluvia, traté de contenerme, pero la verdad es que quise llorar, sobre todo cuando, mientras me maquillaba, comenzó a caer la lluvia… ¡sí! En un año en que el porcentaje de lluvia fue bajísimo, llovía un 14 de diciembre. Llovía y paraba, el día estaba horrible. Todos trataban de consolarme con que saldría todo hermoso igual, pero estaba todo preparado para la ceremonia al aire libre y yo ya me imaginaba con el maquillaje corrido, el pelo y el vestido mojado, ¡feliz igual! Nunca lo dude, pero no como lo soñaba.

Ya era casi la hora, llegaron los invitados, y aunque mi amigo sacerdote que nos casaría me decía que la lluvia significaba bendiciones, yo no lograba entender por qué justo ese día. Esperé que todo se acomodara afuera y decidí comenzar a disfrutar, a mirarme en el espejo y a verme y sentirme hermosa… Nada arruinaría nuestro día.

Cuando llega mi papá a buscarme, abro la puerta y, al salir, no lo podía creer: las nubes comenzaron a moverse y entre ellas apareció un sol radiante, con esa limpieza que deja la lluvia para mirar la naturaleza en todo su esplendor.

La ceremonia fue hermosa, y de ahí en adelante todo fue disfrutar con nuestra familia y amigos. Mi novio se veía guapísimo y todo estaba hermoso, con ese toque que nos permitía sentirnos cómodos, en nuestro espacio y en nuestro momento… Recordando ese 31 de octubre en que, sobre las montañas de Los Himalayas, mi Chinito me pedía matrimonio y decidíamos formalizar nuestro deseo de pasar juntos toda nuestra vida.

Estamos agradecidos con cada persona que nos ayudó a hacerlo posible, encontramos excelentes proveedores en nuestro camino que se esforzaron por comprender lo que queríamos. Nuestros amigos sintieron y valoraron cada uno de nuestros detalles y que el matrimonio fuese realmente nuestro, se sintieron cómodos y compartieron nuestra felicidad… “Porque siempre es mejor cuando estamos juntos”

Cami & Pepe.